sábado, 16 de noviembre de 2013

Messi, del cielo al infierno

Se cumplen 10 años del debut de Leo Messi con el Barcelona, un 16 de noviembre de 2003. Entonces, su deseo era triunfar como azulgrana. Ahora, recuperarse de la lesión que ha lastrado su rendimiento.


Messi, durante su debut ante el Oporto / Foto: arxiu.fcbarcelona.cat
La camiseta era color cava. Sintomático. No era el estampado más elegante que se ha confeccionado, pero sí el que más podría ejemplificar hacia dónde se encaminaba la carrera profesional de aquel chico. Con los años, se abrirían muchas botellas de champán para celebrar sus goles, sus éxitos, sus victorias. Su crecimiento como profesional comenzó en Do Dragao, ante el Oporto. Hace 10 años, Leo Messi debutaba con el Barcelona en un encuentro amistoso... frente al equipo entonces entrenado por José Mourinho.

Casualidades de la vida. Como que Messi luciera el dorsal 14. El que en su día glorificó Johan Cruyff. Por aquellos días, La Pulga era un juvenil prometedor. Muy prometedor. Aún no había dado el paso definitivo con los adultos barcelonistas, pero en ese encuentro quiso reivindicarse. Se le vio activo el poco tiempo de que dispuso, regateando defensas, dejando alguno tras de sí mientras encaraba a portería, aunque con la puntería temblorosa. Tal vez por ese estreno que siempre hace a uno tener algún que otro miedo. El Barça perdió el encuentro, pero ganó un icono que entonces tenía 16 años.

"El 16 de noviembre de 2003 es una fecha muy importante, porque es la que me permitió realizar el sueño que tenía desde pequeño. Fue un día muy feliz. Había luchado mucho para que llegara ese momento. Fue muy especial", rememora en la televisión del club Messi. "Me dijeron que disfrutara de todo lo que estaba viviendo y que no tenía por qué cambiar. Que debía seguir por el mismo camino", mantiene.
Desde entonces, muchas cosas han cambiado. Cuatro Balones de Oro, tres Botas de Oro, tres Ligas de Campeones, seis Ligas, dos Copas del Rey, seis Supercopas de España, dos Supercopas de Europa y dos Mundiales de Clubes. Todo en clave azulgrana. Unos meses después, 11 para ser exactos, Messi debutó en partido oficial, contra el Espanyol. Y cambió su destino y el del club.

Tuvo que ir puliéndose, dando retoques a su talento, a su carácter. Su pelo menguó, ya no lleva la melena alborotada de aquellos días. Con Frank Rijkaard descubrió el vestuario azulgrana y los mimos de Ronaldinho. Con Pep Guardiola, aprendió a controlar su énfasis, a dar rienda suelta a su velocidad y su puntería. Incluso, a ahuyentar las lesiones. Con él, se sólo se ausentó cuando Ujfalusi le lastimó el tobillo derecho en un partido ante el Atlético. Ahora, y por desgracia, es habitual verlo lesionado con Tata Martino. Todo cambió un año antes, con el que fuera su técnico en las categorías inferiores, Tito Vilanova. A su lado descubrió el dolor y dos palabras nuevas: bíceps femoral.

Desde la aciaga noche parisina ante el PSG, el 2 de abril, ha sufrido cuatro lesiones en ese músculo, ya sea en la pierna izquierda o derecha. Puede que esté atravesando el momento con más incógnitas desde que es barcelonista, pero no por su estilo, sino por su físico. El mismo que le ha convertido en uno de los mejores del planeta. Tal vez ha sorprendido tanto que algo tan humano como lesionarse parece extraordinario. Como no marcar durante cuatro partidos. Marcó 50 goles en el curso 2011-12 y 46 en el 2012-13 en la Liga.

Poco más se puede decir ante eso. Como mucho, que después de tantos logros, si se tira un mes lanzando el balón a la grada, no pasaría nada. Tiene comodines para dar y regalar por el número de dianas anotadas.
"Creo que sigo siendo la misma persona. Sigo viendo todo igual. He ido creciendo, aprendiendo y valorando las cosas", dice con naturalidad de su crecimiento. Con 13 años, ingresó en La Masia. Con 16, debutó en un amistoso. Con 17, se estrenó en partido oficial. Con 26, quiere cambiar de nuevo el mundo. Aunque antes, debe sanar de su rotura muscular.

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