Llegó al Espanyol colista. Dejó el equipo último tras hacerle soñar. Firmó por el Southampton cuando estaba en la zona de descenso. Ahora, lo ha encumbrado en la Premier League con la misma fórmula blanquiazul. Mauricio Pochettino está saliendo del círculo vicioso, y demostrando sus cualidades a pesar de no dominar el inglés.
Pochettino, en una rueda de prensa del Southampton. Foto: Bornoffside.net |
David sigue acompañándole
exactamente igual desde que aterrizó en Inglaterra. No hay una rueda de prensa
o comparecencia pública en la que Mauricio Pochettino no requiera de la
traducción simultánea. La compenetración entre ambos es total, pero también el
fiel reflejo del momento actual que atraviesa el Southampton.
Hace un año y quince días,
Pochettino cambió radicalmente su vida. El proyecto que iba germinando en el
Espanyol se marchitó, tal vez porque la directiva lo dejó sin agua deportiva y
el entrenador se pasó cuando lo regó. Demasiada exigencia en una plantilla que
siempre decía que o se estaba con él o contra él. No había término medio. Era
indudable que sus métodos fueron sinónimo de resurrección blanquiazul. Venía de
ser el segundo entrenador del equipo femenino, meses después de obtener el
carné en 2008. Ya por esas fechas, el máximo accionista y presidente Daniel
Sánchez Llibre veía algo en él. Cuando hablaban de fútbol, el mandatario
cerraba los ojos e imaginaba al preparador ideal.
No fue así el momento para darle
las llaves del vestuario. El Espanyol era último en la Liga aquel mes de enero
de 2009, y nadie era capaz de dar aire al equipo. Ni Tintín Márquez ni Mané.
Pochettino decidió realizar una revolución pausada. La misma que ahora lleva a
cabo en el Southampton, en el que su trayectoria tiene un pasmoso calco
inicial. No en vano, el entrenador ayudó a gestionar los recursos de cantera,
dando alternativa a casi 30 jugadores, fue fumigando el rastro de viejas
glorias, algunas con las que llegó a jugar y todo, y se encargó de que las
instalaciones de la Ciudad Deportiva se maximizaran a su gusto.
Así, sólo faltaban dos cosas: el
estilo y el mensaje. La filosofía, término empleado hasta la saciedad por
Pochettino. Juego directo, vertical, fuerte en defensa, sólido en todas sus
líneas, definido con cincel y mezclando la idiosincrasia del Espanyol en cada
una de sus frases. “Este es el club de mi vida”. “Necesitamos de todos”. “No me
sirve de nada mirar para atrás, recordar viejos fantasmas. Miremos para el
futuro”. “Que la gente se sienta orgullosa, que vibre, que vengan que nos
transmitan esa energía”. “Implicación, responsabilidad, solidaridad y
compañerismo. Así seguro que salen las cosas bien”.
No. Salieron horribles. Nunca
logró clasificar al equipo para una competición europea. En parte, porque
faltaba equilibrio, ya que siempre se traspasaba a jugadores importantes. Tan
decrépito era el proyecto, que hace un año y quince días, con una plantilla
mediocre, Pochettino fue destituido. O se fue de mutuo acuerdo, depende del
prisma con el que quiera verse. El equipo era último. El círculo se cerró justo
en el mismo sitio.
No tardó en encontrar acomodo. Si
en verano quiso contratarle la Sampdoria, en invierno fue el Southampton.
Objetivo, el mismo que antes: permanencia. La obtuvo a pesar de no saber
comunicarse bien en inglés, aunque cuentan que en la intimidad tiene un nivel
aceptable. Sus movimientos en el banquillo son inamovibles, se entienden aquí y en Sebastopol. Parece un director de orquesta, siempre atento con la batuta, aunque pocas son las veces en las que se le ve con esmoquin y sí con chándal. Aún así, sus gestos son inconfundibles, su juego encaja
perfectamente en la Premier League y sus jugadores han captado su mensaje.
Los Saints son la revelación del
campeonato con un estilo directo y un antiguo colaborador habitual de
Pochettino: Osvaldo. El delantero es el arma letal del Southampton, un
delantero capaz de desarbolar a los rivales con un sutil movimiento. Han
llegado a ocupar plaza de la Liga de Campeones, están en la zona noble y han
tuteado al Chelsea de José Mourinho, entrenador fetiche de Pochettino, y al
Manchester City de Manuel Pellegrini. Un equipo a medida de su entrenador. Un
equipo que aspira a ser la versión mejorada del Espanyol. El club de sus
amores.
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