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Vieri lamenta una ocasión de gol. Foto: lanoticia.hn |
Ahora no es precisamente un capo. Más bien, una sombra de aquello que un día fue. No le basta con ser comentarista de televisión para tapar el pufo económico que fue creando alrededor de otro de sus innumerables talentos: el póker. El agujero es tal, que ha suplicado (suplicar, él, que imponía respeto por su planta en los terrenos de juego) poder entrenar a un equipo. Al que sea. Total, alguien que jugó en 12 equipos diferentes (10 italianos, uno español y otro francés), puede ir donde quiera. Y más, si mantiene intacto su talento futbolístico.
Vieri, rozando los dos metros, era la contundencia hecha jugador. Tenía dos telescopios en los pies, capaces de acercar la visión de las porterías rivales. Certero en sus lanzamientos, técnico en sus reveses, su obra cumbre fue el gol al PAOK de Salónica en la Copa de la UEFA, paradigma de los milagros con el balón, al entrar sin ángulo en la portería griega. Fue su curso de esplendor, el 1997-98, anotando 24 dianas en la Liga, deslumbrando al planeta. Regresando a Italia al no sentirse del todo cómodo e incrementando la cuenta corriente colchonera.
Su carácter, de mantenerlo, puede ser otro aspecto a tener en cuenta. Alguien que no se amedrenta al abandonar la Vecchia Signora en sus años de plenitud (campeona de Europa y del mundo justo cuando decidió ir al Atlético), o de dejar el Inter, al que fue para conformar una delantera alucinante con Ronaldo y donde estuvo seis temporadas, para cruzar la calle y firmar por el Milan. Torino, Pisa, Ravenna, Venezia, Atalanta (en tres etapas), Juventus, Lazio, Inter, Milan y Fiorentina. La mitad de los equipos que conformarían la Serie A italiana.
Las lesiones y los excesos le acompañaron en su carrera hasta que no pudo más. Fueron 239 tantos en sus 18 años como profesional. Ahora, con 40, deberá reinventarse. Ya no sirve con comentar partidos, o con aparecer en los realities italianos para bailar o lo que sea. El póker le trajo de calle, nunca mejor dicho. Ha perdido la timba. Deberá sacarse el título de entrenador ("el curso no vale una mierda, pero lo haré igualmente" y evidenciar que no tiene nada de su apodo traducido al castellano: Bobo. Aunque no responda en esa lengua.
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